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Empezando de nuevo en Grow a Garden solo robando mascotas

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FreezaReborn

Este vídeo ha sido tendencia en Australia, Canadá y Reino Unido

El video empieza con el jugador borrando todos los archivos de guardado anteriores y cargando un mapa nuevo, decidido a convertir la parcela inicial, completamente yerta, en un imperio floreciente sin comprar jamás un compañero de manera legítima. En su lugar, cada criatura que vaga por los alrededores—conejos, gallinas, perros e incluso la alpaca campeona del vecino—es atraída, enjaulada o directamente secuestrada. En cuanto una mascota cruza el límite de la propiedad, se la reutiliza como mano de obra gratuita: las gallinas se convierten en aspersores móviles, los perros arrastran fertilizante y todo lo suficientemente grande para montar se ata a arados improvisados. En cuestión de minutos, el tranquilo huerto parece un caótico depósito de animales, pero la fuerza de trabajo robada acelera tanto el crecimiento de los cultivos que los ciclos de cosecha duran segundos en vez de días.

Con las hortalizas amontonándose, la siguiente fase consiste en maximizar beneficios. El jugador construye un laberinto de cintas transportadoras automatizadas que canaliza tomates, calabazas y misteriosas plantas mutantes hacia una licuadora industrial. El dinero entra a raudales, pero ni una moneda se invierte en mejoras normales; cada céntimo se gasta en jaulas más grandes y cebos ilícitos para atrapar mascotas más raras. Un mercado negro desbloquea especies exóticas—pingüinos, carpinchos, incluso un dragón mítico—todas puestas de inmediato a trabajar o apiladas en torres vivientes con el único fin de romper la física de colisiones del juego. El huerto se sigue expandiendo en parcelas asimétricas que generan glitches y atraviesan vallas y casas vecinas.

A mitad de partida, la densidad de mascotas desata una lluvia de bugs visuales: los animales atraviesan el suelo, los cultivos brotan al revés y el sistema meteorológico alterna entre tormentas y sequías en cuestión de segundos. En lugar de arreglarlo, el jugador lo aprovecha, descubriendo que las hitboxes superpuestas de las mascotas cuadruplican la velocidad de riego. Este atajo convierte la granja en un festival de caídas de frames que aun así bate récords de cosechas. Pronto la tabla de puntuaciones muestra más mascotas robadas que plantas cultivadas, y la economía sigue premiando cada entrega ilegítima con pagos cada vez mayores.

El final es mitad vuelta de victoria, mitad prueba de choque. El jugador acorrala a todas las criaturas en un único cuadro vallado, rocía el mapa entero con acelerantes de crecimiento y observa cómo el motor se atraganta con cientos de animaciones simultáneas. Los cultivos estallan en madurez, las monedas brotan de cada esquina y la montaña de mascotas vibra como un efecto de partículas viviente hasta que la pantalla se congela del todo. Un último autoguardado salva las estadísticas finales: cero mascotas compradas, varios cientos confiscadas, millones de cultivos cosechados y un jardín tan repleto de criaturas de contrabando que el único paso lógico es volver a empezar y romperlo todo aún más

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