Buy now, pay never

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El vídeo expone cómo los servicios de “compra ahora, paga después” se han disparado en popularidad al prometer pagos sin intereses a plazos cortos y una experiencia de compra casi instantánea. Empresas como Klarna, Afterpay o Affirm se presentan como alternativas “más amables” que las tarjetas de crédito, dirigidas sobre todo a jóvenes que desconfían de los bancos tradicionales. Su publicidad se apoya en un lenguaje de “libertad financiera” y en procesos de aprobación exprés que rara vez exigen un estudio de solvencia riguroso. El resultado es una sensación de dinero gratis que anima a gastar por impulso: el consumidor percibe un artículo de 100 € como cuatro pagos sueltos de 25 €, no como un desembolso total inmediato.

Tras la fachada de facilidades hay un modelo de negocio basado en comisiones pagadas por los comercios (entre el 4 % y el 8 % del precio de venta) y en recargos por mora que llegan a superar el 200 % TAE si se prorratean. Los proveedores asumen tipos de impago superiores a los de las tarjetas, pero los compensan con márgenes elevados y la reventa agresiva de datos de compra a anunciantes. Al securitizar estos flujos de pago, atraen inversores dispuestos a financiar la expansión mundial aun cuando la mayoría de las plataformas todavía opera con pérdidas netas. Este esquema de crecimiento a toda costa recuerda a la burbuja fintech de principios de la década y se vuelve especialmente frágil cuando suben los tipos de interés o caen las valoraciones en bolsa.

El vídeo también destaca los vacíos regulatorios. En varias jurisdicciones, el BNPL sigue sin estar sujeto a la normativa crediticia clásica: no obliga a utilizar historiales de crédito, no informa a los burós de las deudas acumuladas y apenas contempla límites a los recargos. Esto provoca que muchos usuarios encadenen planes de pago simultáneos en distintas apps sin que nadie tenga una visión completa de su endeudamiento. Las primeras señales de alarma llegan con aumentos en los retrasos de pago, uso de líneas de crédito rotativas para cubrir cuotas y un repunte en las agencias de recobro contratadas por los propios proveedores de BNPL.

En cuanto al consumidor, la psicología juega en su contra. Estudios citados en el vídeo indican que dividir el precio disminuye la “dolorosa” percepción de gastar y dificulta comparar precios. Además, al no reflejarse en el informe crediticio, la deuda se invisibiliza y se subestima su impacto real en las finanzas personales. Casos extremos incluyen usuarios con docenas de microplanes abiertos que destinan más del 30 % de su salario a cuotas sueltas, sin contar con un colchón para emergencias.

Por último, el contenido analiza las posibles salidas. Reguladores en Reino Unido, Australia y Estados Unidos ya preparan normas que exigirán comprobaciones de solvencia, límites a recargos y obligación de reportar préstamos a los burós. Mientras llega esa supervisión, el vídeo concluye con una recomendación contundente: si no se puede pagar al contado, quizá no se deba comprar. El BNPL no es un descuento ni un regalo; es deuda envuelta en una aplicación de diseño atractivo. Elegir “comprar ahora y pagar nunca” solo funciona de verdad cuando se evita la compra impulsiva en primer lugar.

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